Bessemer para el Capital

Traza esta Bonilista paralelas entre el acero que se amontonó durante siglo y medio a apenas 500 metros de mi casa y los productos digitales que asoman en el móvil. Y hace bien. Gran parte de nuestro sector vive en un permanente excepcionalismo, convencido de que lo digital vive en un limbo existencial donde lo humano no aplica.

Quizás por ello Ética y Política no son populares en el mundo tecnológico. Tampoco interesa la Historia en este mundo STEM tan eficiente y práctico diseñado para nuestros hijos… Y sin embargo, hoy más que nunca debemos ahondar en esos aspectos.

Dice Gregorio Morán que no hay lugar en el mundo donde el clasismo sea tan geográfico como en Bilbao. Situados en la desembocadura del Nervión vemos el tajo abierto por la siderurgia. La Margen Derecha se quedó los palacetes de corte ingles, el Club Marítimo y los cocineros franceses. En la Margen Izquierda, la mía, se quedaron el hollín y las masas proletarias.

Hasta dos veces menciona Shakespeare el hierro de Bilbao, en una época en la que la explotación de las minas vizcaínas era aún comunal y bastaba con ser vecino del Señorío para extraer mineral. Nueva regulación y tecnología permitieron a unos cuantos avispados sentar las bases para 150 años de beneficios ininterrumpidos.

Un bien público sacrificado en el altar de la eficiencia gracias a innovaciones tecnológicas. Fíjate qué cosas Mariloli. Sería ingenuo pensar que la uberización de la economía es otra cosa que programadores proporcionando al capital los hornos Bessemer del siglo XXI en forma de algoritmos. Aunque no sea ésta precisamente la imagen que más nos guste de nosotros mismos.

Hacinamiento y terribles condiciones laborales eran la bienvenida de cientos de miles de inmigrantes que llegaban de Castilla, Extremadura y Galicia. Imagino que de haber contado con el virtuosismo lingüístico actual algún malintencionado lo habría definido como el milagro del coliving.

Este colectivo fue despectivamente denominado maketo, quizás del vizcaíno makutua, envoltorio, simbolizando la forma en que llegaban con su vida en un hatillo. El tradicionalismo vasco les culpaba de males que, como decía Unamuno, en realidad lleva consigo el mismo proceso económico.

Hoy nuestras calles se llenan de riders, glovers, juicers… a menudo con nuevos envoltorios a la espalda, quizás no muy distintos de aquellos que llegaban a las minas. No le resultaría extraño al bilbaíno universal que sigamos achacando a los inmigrantes los problemas mientras la app economy que programamos disfruta de un halo de modernidad y eficiencia.

La mezcla de sudor trabajador y visión empresarial generó un raudal de dinero que derivó en lo que suele derivar el capital: una plutocracia estupenda. Echevarrieta, Ybarra, Ampuero, Urquijo… los apellidos de estos condes siderúrgicos se forjaron al tiempo que lo hacía el metal. En general intensamente monárquicos y conservadores no les fue difícil formar parte -junto al Madrid centralista y la burguesía catalana- del triunvirato político de siglo XX español.

Esa misma concentración de capital es la que sienta a los CEOs de Google, Amazon, Facebook y Apple en mesas presidenciales. Oligarcas como Bezos poseen una fortuna personal superior a los PIBs de Islandia, Afganistán y Costa Rica… combinados. Los hornos digitales que controlan la producción en 2019 se alimentan de venture capital y millones de dólares generados con código terminan en lobbys de presión para desregularizarlo todo.

Como dice David, la reconversión industrial que tanto sufrimos en su día nos da lecciones importantes para el futuro sobre cómo salir del agujero cuando vienen mal dadas. Ojalá nos dé también la distancia y experiencia para elegir sabiamente como creadores qué queremos potenciar cuando aún estamos en la cresta de la ola.