Me rilo con lo de los domingos...

Cada vez oigo hablar a alguien de globalización me rilo. La gente se llena el buche de MacBasura y lo llama globalización. En mi pueblo (bueno cuando tenia pueblo, ahora creo que tengo un centro de revitalizacion de la margen izquierda) eso se llama gilipollez. El tema es que en este gran engaño que entre 5 o 6 caciques (básicamente americanos) nos quieren vender, la gente se empieza a liar (¡incluso los que antes lo tenian claro!) y la cosa se va poniendo fea. Estos (y otro mas ofensivos) eran los pensamientos que me carcomian el pasado domingo cuando fui a comer a esa bella ciudad que es Bilbao. ¿Por qué?. Pues básicamente porque las octavillas gualdas que habían lanzado varios miles de manifestantes horas antes yacían por doquier, aun frescas e intactas en el suelo. En ellas aparecía una frase que me toco particularmente las narices al principio y me irrito generalmente la ingle al final: “Mi ocio no es negocio.”

Pero vamos a ver ignorante-editor-de-octavillas-que-irrita-el-colón-mas-que-fotocopiarse-el-culo-durante-una-hora, el ocio lleva siendo negocio básicamente desde el neolítico, es decir, cuando el ser humano lo creó. Y esto se ponga como se ponga nadie es inherente y al menos básicamente bueno, lo cual no se puede decir de muchas otras actividades mercantiles que en vez de en el ocio están basadas en, ummm… déjame pensar… por ejemplo la industria contaminante de metales pesados.

Si un griego quería disfrutar de una comedia de Aristofanes, para ello debía representarse, para lo cual se necesitaba básicamente un coro (y mas tardíamente unos actores), al cual había que remunerar convenientemente, montante este ultimo que por increíble que parezca a estas alturas de la feria apoquinaba el rico o el gobierno de turno. Los griegos se reían, los del coro trabajaban y cobraban, Aristofanes tenia mas dinero para vino y en general todo el mundo feliz y contento. Y esto ha sido así (y gracias) desde que el hombre tiene tiempo para perderlo. Y digo gracias porque si no todo ese negocio simplemente no existiría y tampoco los respectivos trabajos e ingresos.

Y tiene gracia que todo este despropósito haya encontrado apoyo y hombro donde llorar en algunos abnegados propietarios autónomos de pequeños negocios. Tiene una grandísima y putísima gracia. Esas personas que tan fácilmente se apresuran a poner en sus escaparates consignas como “No a la apertura de comercios en Domingo” deberían fumarse un poco de opio, a ver si el sueño del dragón de jade les ilumina un poco. No se dan cuenta de que mientras ellos se rasgan las vestiduras por trabajar en Domingo, a la vez que se toman unos apetecibles txakolises, hay personas que lo llevan haciendo (trabajar) durante siglos, como los hosteleros, y a todo el mundo le ha parecido fantástico y maravilloso. Y fíjate que casualidad, estos señores también son propietarios autónomos de pequeños negocios que van a perecer vilmente victimas de una globalización brutal y frenética. Y mira tu que cosas, yo soy uno de ellos.

Todos los días me encuentro con comerciantes de mi propio barrio que se quejan airadamente del asunto. Que si centros comerciales por aquí, que si grandes superficies por allá, y toda clase de lloriqueos. Pero esto se va a acabar. Creo que la próxima vez que alguien se me acerque con la misma cantinela le voy a decir:

  • Oye, tú, lerdo.
  • ¿Si?
  • Abres a las 10 de la mañana, cierras para comer, por la tarde a las 20:00 ya estas cerrado y hace apenas un año que has empezado a abrir los sábados por la mañana de 10 a 14. Tu ropa es mas cara y fea que la del Zara de aquí al lado. Tus productos son de calidad media y a veces baja. No hay nada en tu tienda que te distinga a ti o al local que posees. Tu tienda esta mas desvaída que un prostíbulo en cuaresma. Lo mas parecido que tengo a un saludo acogedor al entrar en tu tienda es un bufido que se cae de tu boca, como tu papada. La ultima vez que decoraste tu local todavía se llevaba el papel pintado de flores. Y aunque llevo mas de 10 años entrando en tu tienda jamas has tenido un detalle de ningún tipo conmigo. ¿Me quieres decir por qué cojones debería seguir comprándote nada?.
  • Es que soy una tienda de barrio.
  • Pues métete tu tienda donde te quepa.

Y así me iré mas tranquilo que unas pascuas.

Seamos realistas. Las asociaciones comerciales de barrio son pura pantomima que se supone deben funcionar per se y que en la mayoría de ocasiones no realizan ni una sola actividad en todo el año. La mayoría de locales no favorecen una imagen de calidad (y hablo de todos los sectores: carnicerías, tiendas de ropa, peluquerías, bares, etc…) y modernidad sino que una vez puestos en marcha se sitúan en una posición de aletargamiento indefinido. Nadie hace nada -a parte de quejarse- por atraer a nuevos clientes a su local. ¿Y luego queremos ocultar nuestro miedo bajo la manta de la tradición?, ¿y después queremos tapar la xenofobia hacia inmigrantes chinos e hindus bajo el velo del comercio regulado?, ¿pretendemos ocultar el hecho de que detrás de personas inmigrantes que trabajan por sueldos ínfimos esta un explotador no inmigrante que las contrata?, ¿y que un poco mas allá esta el pais desolado y hambriento del que escapan que nuestro feroz capitalismo ha creado?. Que verguenza.

Parar la globalización, la de verdad, la cultural, social y económica pasa primero por admitir nuestro papel en ella y en un mundo capitalista, después por rebajarlo progresivamente proporcionando alternativas buenas y de calidad (en los tres niveles que he citado: haciendo películas europeas de calidad, entendiendo que todos hemos sido inmigrantes alguna vez o condonando deudas y dando herramientas), tercero por dar un vuelco definitivo a este sistema corrupto que no funciona y tornarlo mas humano y comunista y finalmente por admitir que hagamos lo que hagamos toda sociedad alberga un numero inherente de imbéciles que al fin y al cabo seguirán pensando, vistiendo y sintiendo lo que otros les digan que piensen, vistan y sientan.

El que quiera peces que se moje el culo. El que quiera explotar un sistema capitalista en su beneficio, que no se asuste cuando otros lo hagan mejor, incluso si es en su detrimento. Y el que quiera al fin y al cabo ganarse la vida mejorando en la medida de sus capacidades la de otros (especialmente los momentos de ocio de otros) que lo haga. Lo demás son pataletas histéricas del que después de ignorar los gritos de sufrimiento de otros le ve las orejas al lobo.